So, we've been diving into the core of authenticity in our relationships and the importance of those tight-knit small groups in our faith journey. Now, let's dig into another big piece of the puzzle: humility. This concept really hit home recently, thanks to Deacon Brian's talk over the weekend about something he called a "spiritual garden."
Imagine this: Deacon Brian compared our journey in faith to taking care of a garden. It clicked with me, and even my teenage son liked it mentioning it when we arrived home from Mass. He talked about how we need to look after the whole garden, even when some parts are doing better than others. Now, that got me thinking, and it turns out that humility is the part of my "spiritual garden" that might need a bit of extra care.
But what exactly is humility? I've been chewing on that one for a bit. It's not about downplaying ourselves or being a pushover. It's about standing tall in truth and in God's presence. It's recognizing our strengths and weaknesses, and knowing that everything we're capable of comes from God's grace. Humility is what keeps us real and stops us from getting carried away with our own egos.
And here's the twist: humility doesn't mean we let people walk all over us. It's not about giving in to bullies or stepping back when there's a fight to be fought. No, humility gives us the guts to stand up for what's right, to defend those who need it, and to fight for fairness, all while keeping our pride in check.
But let's unpack this even further. Through my experiences working with people in our parish and others, it's become clear that many of us struggle with confidence in our relationship with God. This lack of confidence hampers our ability to truly embrace humility as disciples of Jesus Christ. And so, there's work to be done, a journey to embark upon – a journey that leads us closer to understanding how God is present in our lives, how He presents truth to us, and how the Holy Spirit guides us toward it.
Deacon Brian's analogy hit home: just like we care for our gardens with watering and pruning, we need to nurture our own virtues. Humility is like the secret sauce that makes our roots stronger and helps us grow gracefully.
So, as we figure out this humility thing, let's remember that it's a balancing act – finding that sweet spot between knowing we're loved as God's children and accepting that we're not perfect. As we march on in our quest for real discipleship, let's tend to our spiritual gardens with care, making humility a vibrant and essential part of the beautiful mess that is our journey.
By Ricardo Valdez, Director of Evangelization
Título: Abrazando la Humildad: Cultivando Nuestro Jardín Espiritual
Hemos estado sumergiéndonos en la esencia de la autenticidad en nuestras relaciones y la importancia de esos grupos pequeños y unidos en nuestro camino de fe. Ahora, adentrémonos en otra gran pieza del rompecabezas: la humildad. Este concepto realmente resonó recientemente, gracias a la charla del Diácono Brian durante el fin de semana sobre algo que él llamó un "jardín espiritual".
Imagina esto: el Diácono Brian comparó nuestra travesía en la fe con cuidar un jardín. Fue como una luz en mi mente, y hasta a mi hijo adolescente le gustó, mencionando eso cuando llegamos a casa después de la misa. Habló sobre cómo necesitamos cuidar de todo el jardín, incluso cuando algunas partes estén yendo mejor que otras. Ahora bien, eso me hizo reflexionar, y resulta que la humildad es la parte de mi "jardín espiritual" que tal vez necesite un poco de atención extra.
Pero, ¿qué es exactamente la humildad? He estado meditando sobre eso un poco. No se trata de menospreciarnos o dejarnos pisotear. Se trata de mantenernos firmes en la verdad y en la presencia de Dios. Es reconocer nuestras fortalezas y debilidades, y saber que todo lo que somos capaces de hacer proviene de la gracia de Dios. La humildad es lo que nos mantiene auténticos y evita que nos dejemos llevar por nuestros propios egos.
Y aquí está el giro: la humildad no significa que dejemos que la gente nos pise. No se trata de ceder ante los abusones o retroceder cuando hay una pelea por librar. No, la humildad nos da el coraje para luchar por lo que es correcto, defender a quienes lo necesitan y luchar por la justicia, todo mientras mantenemos nuestro orgullo bajo control.
Pero profundicemos aún más en esto. A través de mis experiencias trabajando con personas en nuestra parroquia y en otras, ha quedado claro que muchos de nosotros luchamos con la confianza en nuestra relación con Dios. Esta falta de confianza obstaculiza nuestra capacidad para abrazar verdaderamente la humildad como discípulos de Jesucristo. Por lo tanto, hay trabajo por hacer, un viaje en el que embarcarnos, un viaje que nos acerca a entender cómo Dios está presente en nuestras vidas, cómo nos presenta la verdad y cómo el Espíritu Santo nos guía hacia ella.
La analogía del Diácono Brian llegó a mí: así como cuidamos nuestros jardines con riego y poda, necesitamos nutrir nuestras propias virtudes. La humildad es como la salsa secreta que fortalece nuestras raíces y nos ayuda a crecer con gracia.
Entonces, mientras tratamos de entender esto de la humildad, recordemos que es un acto de equilibrio: encontrar ese punto dulce entre saber que somos amados como hijos de Dios y aceptar que no somos perfectos. A medida que avanzamos en nuestra búsqueda de un discipulado real, cuidemos nuestros jardines espirituales con cariño, haciendo de la humildad una parte vibrante y esencial del hermoso caos que es nuestro camino.
Por Ricardo Valdez, Director de Evangelización
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